El cierre.
Hoy hace 41 años, el 14 de febrero de 1974: el final. Yo estuve allí; yo fui el último viajero de los tranvías de Granada. Yo entré en cocheras a bordo del último tranvía. Pero hagamos un poco de historia.
Siempre fui magníficamente recibido en los tranvías de Granada. En tiempos de TEGSA recibí de la Dirección todo género de facilidades para moverme con entera libertad por el interior y el exterior de los edificios de cocheras, sin limitación alguna. Ello me permitió pasar muchas horas en los talleres, donde los operarios me enseñaron muchos aspectos prácticos de la mecánica de un tranvía.
Por ejemplo, he visto recargar los dientes de piñones y coronas, desgastados o partidos y cómo después eran tallados esos dientes, Allí aprendí a desmontar y abrir los motores, y a ajustar las zapatas de freno. En las largas horas de convivencia tuve oportunidad de conocer las inquietudes de los tranviarios. Su preocupación por las decisiones de un Alcalde que, por encima de todo, deseaba cargarse los tranvías dejando en la calle a 300 familias.
Y tuve la oportunidad de explicarles cómo los tranviarios de Valencia habían conseguido formar una empresa que se hizo cargo de los transportes urbanos. Pero en Valencia el Alcalde estaba del lado de los obreros.
También recibí toda clase de facilidades en la siguiente etapa, la de FEVE. Encontré en la Dirección a un Ingeniero a quien yo había conocido en las oficinas de FEVE en Madrid.
Amaneció el 14 de febrero, despedida de las dos últimas líneas de tranvías: la 5 (a La Zubia) y la 3 (a Fuente Vaqueros). Mi primera foto, con las primeras luces del día, fue para un tranvía de la línea 5 detenido en Puerta Real antes de iniciar viaje a La Zubia.
Ha amanecido en Puerta Real; el nº 24, línea 5, pronto a iniciar un servicio, 14/2/1974.
Todas las mañanas, cuando los tranvías con cabecera en Puerta Real cruzaban Granada, en la comitiva siempre había un tranvía de más que quedaba aparcado en una vía muerta del bucle de Puerta Real, por si tenía que suplir a algún tranvía que se averiase. Aquél último día el tranvía en reserva era un coche recién reparado, el número 22; un último grito: “esto os perdéis, granadinos”. A lo largo del día, muchas personas se hicieron una foto delante de ese vehículo, nuevecito; yo también tomé una foto con mis padres, que encontré que habían ido a visitar a mi hermana.
Nº 22 en reserva en Puerta Real, 14/2/1974.
Ese día de la despedida fui a cocheras y subí a saludar al Director de los Tranvías para agradecerle todas las facilidades recibidas y para pedirle un último favor: que me permitiera dejar aparcado dentro mi coche, pues tenía intención de entrar en cocheras con el último tranvía, que ya me habían dicho cuál iba a ser.
Obtenida la autorización, abajo me esperaba uno de los mecánicos, que pocos quedaban; el ambiente era de funeral. Me comentó que algunos conocidos se habían ido a otras líneas de FEVE “en el Norte”. Y me dijo: “Deje Vd. abierto el maletero del coche, que queremos dejarle un recuerdo”. Después me acompañó a la puerta para que yo tomara uno de los tranvías que pasaban; y me despidió con un fuerte apretón de manos.
Pasé parte del día viajando en los tranvías, algo poco habitual en mí; pero apenas hice fotos. Fui a La Zubia, y al pasar por Cájar me llamó la atención ese cruce; así que volví a Cájar. Allí tomé las fotos que he mostrado hace pocos días. Y vuelta a La Zubia, para una última foto.
Por la tarde me dediqué a la línea 3, y fui a visitar el término de Fuente Vaqueros, que no conocía. Fue la última foto que tomé de los tranvías de Granada. .
Nº 38 en el término de Fuente Vaqueros, línea 3, 14/2/1974.
Llegó la noche y me dirigí a tomar mi último tranvía, el último tranvía de Granada. Conductor y cobrador sabían que yo les acompañaría hasta cocheras. Ya sin viajeros, al pasar a la altura de la Avenida que baja a la Estación del Ferrocarril, el conductor dijo: “Vamos a tomarnos un café”. Dejó parado el tranvía en medio de la calle, retiró la maneta de cambio de sentido y entramos en un Bar. Los tres, callados. Y callados seguíamos cuando, nuevamente en el tranvía, enfilamos camino de cocheras.
Los tres íbamos juntos, en la plataforma delantera del tranvía. Para romper el silencio, se me ocurrió preguntar: “¿Es verdad que estos tranvías no tienen freno eléctrico?” Y el conductor, era el último día, decidió demostrarme que sí, aunque tenían prohibido su uso habitual. Puso paralelo, y cuando alcanzó velocidad, cortó marcha. Nos aproximábamos al desvío de entrada a cocheras, desvío a izquierdas. Y, como si lo hubiera estado haciendo toda la vida, poco antes de llegar al desvío (que teníamos abierto) fue marcando puntos de freno eléctrico. Entramos en la curva chirriando, y el tranvía se detuvo. Nos bajamos, me despedí y me encaminé hacia mi coche.
Pero se me acercó un empleado y me explicó que todas las noches, cuando llegaba el último tranvía, un mecánico de talleres se ponía a los mandos del vehículo y llevaba hasta Granada al conductor y al cobrador que habían llegado en ese último tranvía de cada jornada, y el mecánico se volvía a su trabajo en cocheras. Y esa noche ni había mecánico ni podían sacar el tranvía: "¿No le importaría llevarles a Granada?" Así que esa noche, esa última noche, suplí al último tranvía... de Granada.
Siguiente capítulo: El día después.
Saludos.
José Antonio.